Al realizar una asana, nuestra consciencia, como las aguas de un lago, debería tocar todas las fronteras del cuerpo.
Nuestra percepción consciente se ve interrumpida a veces por el pensamiento debido a que realizamos la asana de forma compartimentada.
Si aprendemos a realizarla en conjunto, con las células, los nervios, los huesos, la piel, la intención, la inteligencia, la consciencia, todo en un mismo momento, lo que se denomina integración, quizá entonces experimentemos la asana de un modo diferente.
La consciencia se difunde en todas direcciones, atravesando las diferentes envolturas del cuerpo y llegando sigilosamente a esa sede tan recóndita del alma.